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Wednesday, September 27, 2017

~El Hombre y La MUJER~
 

-Décimas-

©-Registrado en Derechos de Autor-©

Peca el hombre y le echa a Eva
de sus culpas todo el peso
y no contento con eso,
la mejor parte se lleva.
Si Adán no pasó la prueba,
la cuestión es muy sencilla,
a él le fue de maravilla,
pues, porque le dio la gana,
al comerse la manzana*
se cobró por la costilla.

En el Jardín del Edén,
Eva y Adán, bien nacidos,
sin pecado concebidos;
pero, desnudos también,
enfrentando al Mal y al Bien,
merecieron el encuadre
de la condena del Padre;
pero no el 'mutuo castigo',
porque, al no tener ombligo,
tampoco tenían madre.

Sexo débil, sexo fuerte,
arbitrario discrimina
el hombre que determina,
sin razón, distinta suerte
para el ser que lo convierte
primero en un ser humano,
hijo adorado y hermano,
amigo, padre y esposo,
a su lado, sin reposo,
siempre dándole la mano.

En el humano trajín,
la mujer no es superior;
pero tampoco inferior
al hombre, si un mismo fin
nos puso en este jardín,
nos dio apellidos y nombres,
definió nuestros pronombres
y nos llevó a los extremos;
pero nosotras tenemos
más virtudes que los hombres.

El hombre engendra la vida
y después se va de fiesta,
mientras la mujer la gesta
nueve meses, decidida
a ganarle la partida
a la muerte, a cara o cruz,
y el hombre es un avestruz*
que no le ha tocado en suerte
ser tan valiente y tan fuerte
como para dar a luz.

Si nunca ha partido al parto,
por El GRAN DOLOR, partido,
el mismo que ha concebido,
de tantos placeres, harto,
jamás se ha visto en un cuarto
donde a nadie le divierte
disputarse con la suerte
la incomparable fortuna
de prolongarse en la cuna,
casi al borde de la muerte.

Si por su cuenta pensó
que por derecho él elige,
al hombre jamás le aflige
la semilla que sembró
con tanto placer. ¿Parió
alguna vez algún hombre?
Se nota que no le asombre
el más SUBLIME DOLOR
y el más terrible, y es por-
que el dolor lleva su nombre.

No se pueden discutir,
ni se pueden comparar
el gran placer de engendrar
y el gran dolor de parir.
Y hay mucho más que decir,
si es cuestión de golpe bajo,
del hombre que se distrajo
sin cumplir con su deber,
y le deja a la mujer
su lugar en el trabajo.

La mujer tiene razones
para ser más convincente,
porque es más inteligente
y lleva los pantalones
las más de las ocasiones
si, al la vida compartir,
uno prefiere dormir
mientras el otro trabaja,
ganándose la ventaja
del poder de decidir.

Al ver hasta dónde llega
el imán atracción-fobia,
a la mujer, desde novia,
el hombre injusto le niega
la libertad, que él alega,
es su potestad. La embulla
y la embauca, haciendo bulla
a su favor, concienzudo,
y con la ley del embudo
termina haciéndola suya.

Aunque la infidelidad
no es nada recomendable
y un pecado condenable
contra la Felicidad,
el hombre en la variedad
de amores se ha consumado
como un maestro graduado,
sin razonar ¿qué derecho
tiene el que inventó el despecho
a no ser un despechado?

Gozan poniendo los cuernos,
pero si a ellos los coronan,
esos cuernos no perdonan
y al conocer los infiernos
con sus demonios internos,
se les rompe la rutina
si les clavan esa espina,
ser cornudos los asusta
porque tomar no les gusta
de su propia medicina.

No tiene el hombre derecho
a exigir lo que no da,
cuando solamente está
dándose golpes de pecho.
No puede con el despecho
cuando el rojo ya no es verde,
será bueno que recuerde
que los tiempos han cambiado,
los hombres, tengan cuidado,
porque el que se enoja, pierde.

No tiene la autoridad
ni hay ley alguna que nombre
dueño nuestro a ningún hombre,
no somos su propiedad.
Jamás nuestra libertad
de sus caprichos depende,
es tan ciego que no entiende
que no nos tiene en sus manos,
pues somos seres humanos,
individuales, por ende.

De siempre, en nuestro camino
ha estado el machismo intruso
que a toda costa, nos puso
frente al miedo masculino
a todo lo femenino
que sus propósitos tuerza,
y es tanto lo que se esfuerza
que las yeguas son mejores;
pero todos los motores
tienen caballos de fuerza.

Claro que sin el cordón
umbilical no habrá madre,
hijo y mucho menos padre,
tan sencilla es la cuestión
porque, ante la situación
de enfrentar al Bien y al Mal,
la fuerza es muy desigual
si de los hombres se trata:
¡a las mujeres los ata
un cordón umbilical!

Los hombres no existirían
sin nosotras, no es un cuento
 ese cincuenta por ciento
que nos toca. Aunque porfían
hasta hoy, no admitirían,
que ellos no son superhombres
por ofrecernos sus nombres,
creyendo en nuestros poderes,
porque todas las mujeres
son ombligos de los hombres.

La milenaria rencilla,
si se razona, se zanja:
el hombre es media naranja
y la mujer es costilla.
No le va de maravilla
al inepto, cuya esposa
le resulta talentosa,
no es sumisa y no se deja
dominar por su pareja
porque es culta y exitosa.

De los hombres, claro está,
las mujeres necesitan;
pero si ellos nos orbitan
siempre por algo será,
porque de allá para acá,
compartiendo los deberes,
las tristezas, los placeres
y hasta apellidos y nombres,
no pueden vivir los hombres
sin nosotras, las mujeres.

Victoria Teresa Mata.
G___________

*Manzana.- No existe ningún texto bíblico que afirme que el fruto prohibido fuera la manzana.